La maldición de Hill House (The Haunting of Hill House / Shirley Jackson-1959)

La maldición de Hill House (The Haunting of Hill House / Shirley Jackson-1959)

Amazon - MALDICION DE HILL HOUSE, LA: Jackson, Shirley: 9786073128902: Books

Voy a formular una hipótesis. Creo que hay dos tipos de narrativa, y para cada una de ellas, también hay un tipo especial de lector. Aclaremos de movida que esto solo es un juego, a efectos de introducir el post. Sigamos.

Formulo esta hipótesis luego de la lectura de La maldición de Hill House, la que hice a continuación de Viajes por el Scriptorium, de Paul Auster.

Luego de la hipótesis, viene la tesis. La mía sería ésta: existen, por una parte, escritores a quienes las palabras le fluyen inagotablemente y se van en descripciones y reflexiones sin fin. Por el otro costado, encontramos escritores igualmente exitosos (quizás más que los anteriores) que esgrimen un lenguaje más coloquial, sin irse del relato más que para agregar elementos que hacen al mismo y lo complementan amenamente. Un ejemplo de este tipo son claramente Dan Brown y Stephen King, por nombrar dos cuyos libros he reseñado en este blog.

Por supuesto que ambos escritores están clasificados como de best sellers, algo así como una muy mala palabra en el mundo académico. Y quizás los puristas académicos estén en lo cierto. Los escritores de best sellers no agregan mucho a la lengua, ni tampoco sus textos son lo que se dice algo con belleza literaria, entre otras cosas, porque no es su objetivo. No es casual que nunca sean candidatos al Nobel, aunque sí consiguen reconocimiento local.

En cambio, es irrebatible que tipos como Borges, por nombrar uno que he leído mucho y me ha dado mucho placer hacerlo, cubren su narrativa de imágenes bellas e ideas novedosas, amén de realmente enriquecer la lengua, en este caso, la castellana. Pero como he leído  (y leo) de ambos tipos de escritores, tengo que decir también que con ambos puedo deleitarme o entrar en la tentación de largar todo por la mitad.

Buena parte de la culpa lo tienen los tiempos que vivimos, que no dan mucho para largas noches de lectura relajada. De chico, recuerdo haber leído novelas enteras de Emilio Salgari en dos o tres noches. Era un ávido lector. Y aun lo soy. Pero la época no es la misma. Y no se trata de haber crecido y sumado responsabilidades. No.

Sucede que de alguna manera la sociedad actual nos ha consumido el tiempo disponible, y cada día que pasa, corre a mayor velocidad que las 24 horas por giro sobre su eje del planeta. Particularmente siento que cada día tengo menos tiempo para leer. Y como dije, la tentación de largar un libro que se hace pesado es grande.

LA MALDICIÓN DE HILL HOUSE - JACKSON SHIRLEY - Sinopsis del libro, reseñas,  criticas, opiniones - QuelibroleoArturo Urbanos's review of La maldición de Hill House

Así como la prosa de Auster tiene sus vericuetos (ni hablar de Umberto Eco, para quien las primeras 100 páginas de El Nombre de la Rosa, plenas de descripciones densas, eran algo así como una prueba necesaria para quien tuviera la intención de leer su novela), también existen autores que no se pierden en minuciosas descripciones que no interesan a sus lectores. Como los que mencioné antes. O como Shirley Jackson.

Shirley Jackson, cuando escribió La maldición de Hill House, novela llevada al cine  y TV, no se detuvo en irse por senderos sinuosos innecesarios para lo que ella consideraba como lo central de su relato.

Jackson, quien vivió entre 1916 y 1965, escribía en general sobre terror. Era poco proclive a dar notas; entendía que sus libros hablaban por ella, y que se explicaban solos, sin necesidad de aclarar nada. Pero fue, en el poco tiempo que vivió y escribió, una autora prolífica que dejó algunas novelas y numerosos cuentos de interés, y definitivamente es citada como influencia por varios autores conocidos (King, Matheson, Neil Gaiman, entre varios). Pero no tenemos que hacernos una imagen de una persona oscura. Alguien que titula a una colección de cuentos basados en sus propios hijos (tuvo cuatro), como La vida entre salvajes, tiene necesariamente que ser una persona con un buen sentido del humor.

Sus escritos eran de algún modo una forma simbólica de convivir con la guerra fría en su apogeo. El cotidiano hallarse con miedo a que cualquiera fuese el ultimo día, se refleja en el temor a lo desconocido que impregna su obra. En estos años en que pareciera que los cohetes nucleares fueron una invención del pasado (aunque la presente crisis de Ucrania retoma el tema, para desgracia de todos los involucrados), no está de más recordar que las décadas de 1950 y 1960 expresaban un continuo temor al apocalipsis nuclear, sobre todo en un país donde tarde o temprano, las cosas se saben, e incluso son alimentadas por el propio gobierno, como bien reflejan documentales como Radio Bikini o The Atomic Café, o filmes como Thirteen Days. No estaría mal revisar las prioridades. Un invierno nuclear, aun el provocado por una guerra a pequeña escala, bien podría significar casi el final, mucho más rápido y contundente que el calentamiento global. No es que este último sea menos importante. Ambas cosas lo son. Y deberíamos poner el mismo énfasis en bajar la dosis de CO2 que en el desarme nuclear definitivo.

Pero volvamos de las ramas adonde me he subido.

The Haunting of Hill House | Shirley Jackson | 1st EditionPeriódico Creepy 2.0 | CREEPYPASTAS AMINO. Amino

La Maldición de Hill House es la historia de una mansión con un historial trágico, y de un grupo de cuatro personas que están allí con un objetivo. Y de cómo su interrelación lleva a una tragedia

Los protagonistas humanos de la novela son cuatro personas diferentes entre sí: el doctor Montague, un académico que intenta demostrar la existencia de lo paranormal, para lo que tras un cuidadosa selección, elige a Theodora y Eleanor, las que tienen antecedentes de poder paranormal ; y finalmente está Luke, sobrino y  heredero de la dueña de la mansión, la señora Sanderson, colocado allí como condición para que Montague pueda alojarse e investigar.

La otra protagonista es, por supuesto, Hill House, una casa malvada según la primera visión de Eleanor. Pero también esta visión es la Theodora. Desde ya que Montague acuerda tácitamente. Si no, ¿por qué llamaría a estas personas a esta casa para llevar a cabo su “experimento”? Hill House es entonces, una casa pérfida, por lo menos. Nadie quiere permanecer cerca de ella por la noche, en el pueblo cercano evitan toda referencia, y aun quienes llegaron a ser inquilinos por un par de días, se hacen los distraídos cuando Montague los entrevista previamente para su trabajo. Pero en una cosa coinciden todos: que no se acerque a la casa.

Dije que cuatro son el grupo humano, pero de todos es Eleanor la que sobresale por su propia historia de mujer sumisa, humillada por su madre y su hermana, condenada a vivir una vida de mierda, y que gracias al llamado del doctor Montague, consigue liberarse de esas ataduras. Por lo tanto, para decirlo con todas las letras, la novela realmente gira en torno a Eleanor y a la casa.

La casa es la villana del cuento; eso es claro. Pero, ¿Qué hay de su constructor, Hugh Crane? Jackson nos da una pista cuando Luke descubre el libro que Crain escribió para su hija Sophie. Bajo el inocente subtitulo de “Un legado para su educación e ilustración durante el curso de su vida de parte de su afecto y devoto padre”, Crain se dedica a aterrorizar a su hija, y eventualmente generar repugnancia a sus lectores de ese nuevo siglo, con un decálogo de amenazas, sanciones e imágenes muy explicitas, acerca de lo que le espera a la pobre Sophie si no acepta  “estos preceptos de tu devoto padre”, el que rubrica  su legado con su propia sangre.

Solo una mente malsana puede pretender salvar el alma de una pequeña con amenazas de fuego eterno, tal como las terribles imágenes de las iglesias medievales lo hacían gráficamente en la grey cristiana. Bueno, así era el constructor de Hill House, y la autora quiere dejarlo claro.

En cuanto a Eleanor (Nell), ella es como una adolescente a la que han dejado salir sola por primera vez. Lejos de ser avispada en los asuntos de la vida, siente que todo es nuevo. Solo que ya tiene 32 años y ha desperdiciado buena parte de su juventud. Por eso, ahora se siente feliz. Está con un grupo de gente agradable, y a cada instante reafirma su identidad, a veces con verdades, pero también mintiendo y mintiéndose sobre su vida. Le gusta el juego que está jugando, a pesar del terror instintivo que la casa le ocasiona.

Hay varios elementos que ponen a Nell como personaje central. Está su relación con Theo. Su cercanía con Theodora es inocente, aunque en la lectura se perciben esos gestos de quien desea seducir. Solo que Eleanor es demasiado ingenua o tímida, no sabemos. Pero sí sabemos que los crecientes gestos de Theo comienzan a incomodarla. Una mano sobre la suya, un dedo que acaricia su mejilla, son motivos suficientes. Y sin embargo, Nell se aferra a esa amistad. Quizás vea en Theo la chica liberada que hubiera querido ser. Quizás solo le envidia su personalidad.

Theo es como una gata. Presenta a todo un costado relativamente antisocial, pero a la vez es sensual en sus movimientos. Claro que todo va en un único sentido. Por ejemplo, Luke no tiene oportunidad con Theo. Pero tampoco él está interesado. En palabras de Theo, Luke es un patán. Quizás pueda serlo, pero ocurre que para Luke solo cuenta lo que podrá hacer con la casa el día que la herede.

Pero Theo también es provocadora. A medida que pasan los días, su lengua dispara dardos cada vez más afilados y venenosos contra Eleanor, quizás disgustada porque la joven pueblerina no ceda a sus encantos.

La relación entre Nell y Theo tiene su parte de la historia. Pero no la principal.

Porque la relación que va a establecer el nudo de la novela es que la Nell tiene con la casa oscura. Comienza a aparecer mensajes súbitamente escritos en las paredes: “Ayuda Eleanor,  vuelve a casa”. Nadie, por más valor que tenga, podría dejar de inquietarse ante un mensaje salido de la nada. Menos si lo menciona por su nombre. Y aun menos si esa persona era Eleanor. Porque además, el mensaje es confuso ¿Es su madre quien le pide ayuda?¿O se trata de Hill House?

Por lo tanto, de a poco Nell comienza a alejarse del resto, como en una dimensión paralela. Nadie del grupo percibe este cambio de personalidad.

En principio cambia la percepción de Eleanor sobre Theodora. De repente, siente que solo quiere llamar la atención. Y comienza a pensar mal de Theo para sus adentros. Todo lo que hace le parece demasiado provocador, hasta sobreactuado. ¿Celos? Tal vez. Aunque Theo no ha cambiado en absoluto desde que llegó. Pero quizás deberíamos modificar el enfoque sobre esta visión negativa que aparece en Nell. Porque su mala actitud pronto se va a ampliar a Luke, a quien comienza  a ver mal también. Y sin embargo, mientras ella piensa pestes de su interlocutor, al mismo tiempo su palabra amable con sus compañeros nunca va a alterar.

¿Sera entonces una impostura premeditada? Puede serlo. Pero Eleanor ha huido de su hogar con una cosa en mente: recuperar su vida. Hacer una nueva vida. Y eso incluye nuevas amistades. En el círculo pequeño que se reúne en Hill House tiene la oportunidad. ¿Por qué, de repente cambia de actitud? ¿Acaso Hill House es la causante?

Ahora Eleanor comienza a pensar que el precio por dejar atrás una vida de prisionera en casa puede ser más alto del que pensaba. Una vida al cuidado de su posesiva madre, mientras su hermana mayor disfruta la suya sin el menor  grado de empatía para con Eleanor, empujaron a ésta ante la oportunidad que le brindaba el doctor John Montague Pero House Hill es más que un escape. Podría ser la cárcel definitiva.

Decía yo al principio que Shirley Jackson tenía sentido del humor, y en esta novela el humor es entregado por el personaje de la señora Montague, la esposa del doctor, que viene a pasar un fin de semana. No llega sola, sino con un amigo, Arthur, director de escuela, con quien han hallado en una tabla a la que llaman planchette el medio para comunicarse con los espíritus. La señora Montague y Arthur representan la decisión práctica americana. Armas y esa especie de radio que es la planchette, una especie de ouija. Pero solo son dos personajes menores que solo  hacen al humor del que hablaba.

Shirley Jackson

La maldición de Hill House es una novela muy amena. Es la historia de una casa gigante, al estilo de aquellas que los magnates de fines del siglo XIX y principios del XX, que Stephen King representó (y copió) muy bien en Rose Red. Y también es la historia de una joven que, por su propia historia de abusos, es la elegida por la casa para jugar con ella hasta el desenlace.

Como novela de terror, no está llena de sustos. Más bien, es una especie de thriller psicológico que tiene en la propia mansión un villano escalofriante. Se sabe quien la construyó, se saben las tragedias ocurridas. Pero no se sabe ni podrá saberse si hay un espíritu travieso tras las paredes como el fantasma de Canterville imaginado por Wilde. Jackson crea una gran atmosfera de lento pero continuo terror ascendente que tiene su clímax cuando Nell visita la torre “prohibida”. Esa escena, bien reproducida en la primera adaptación cinematográfica, es el instante culminante de la historia, aunque no el final. Y es una de las mejores escenas jamás escritas sobre la pérdida del autocontrol y el hechizo de lo desconocido.

Y volviendo a mi jueguito de la hipótesis inicial, aquí mi tesis se destruye totalmente. Porque Shirley Jackson edifica en esta pequeña historia una obra enorme de las letras, que aporta mucho a la construcción de una literatura y del idioma, cosa que me temo, ni Dan Brown ni Stephen King (pese a ser yo seguidor de su obra) han conseguido. Porque la buena de Shirley tal vez no quería asustar solamente, sino también hacer literatura. Y en La maldición de Hill House lo consiguen en buena ley.

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